Es una casa maravillosa. Un palacete de la época colonial reformado. Está nueva y super limpia, lo que hace la estancia muy agradable. Es como estar en casa. La decoración es muy curiosa y bonita. Tienen muchas antigüedades, las mesas y lavabos hechas con maquinas de coser singer, y mas cosas originales.
El desayuno, el mejor que he tomado en los 3 diferentes hoteles en los que me he alojado durante mi viaje a Cuba. Productos de calidad y presentación muy cuidada. El zumo de frutas natural espectacular.
Los chicos y chicas que trabajan en el hotel son super amables y agradables. Siempre dispuestos a ayudar ante cualquier necesidad aunque sea ajena al hotel. Susele, Claudia y Yai nos atendieron de maravilla.
Hicimos un late check in y no nos pusieron ninguna pega. Todo lo contrario. Nos recibió un chico (creo que era el guarda de seguridad pero no recuerdo su nombre. Espero que me perdone :)) que fue muy agradable y nos dio una grata bienvenida invitándonos a una cerveza.
También hicimos un late check- out porque el avión salía por la noche y no pusieron ninguna pega.
El hotel se encuentra en el Vedado, un barrio residencial tranquilo. Se puede ir caminando a la Plaza de la Revolución, a la avenida de los presidentes, al Habana Libre y al Nacional de Cuba (recomiendo visitar estos 2 hoteles pero no alojarse en ellos. Son muy rancios y antiguos). Al centro se llega en 5 minutos en taxi.
Resumiendo, volvería a alojarme en Oleo Habana y lo recomiendo de corazón.